lunes, 8 de febrero de 2021

02-04-2020 Diez meses antes

2 de Abril de 2020

 Hoy va a ser otro día agotador. Basta con echar un vistazo a mi alrededor nada más entrar, y no ver a casi nadie... Carmen, la subdirectora, pide a Aitana, de recepción, que le eche una mano con los desayunos, y se cruzan con Julia, la directora, que viene sudorosa y ojeriza de bañar residentes. Pregunta si siguen sin querer recoger abuelos de las residencias. Varios de los auxiliares nos giramos como si fueran a dar el número premiado de la lotería, espaldas rectas y oídos atentos. "No, no vienen" responde Aitana, y todo el mundo vuelve al trabajo con la cabeza un poco más caída, con el ánimo un poco más mermado. Con el corazón un poquito más herido.

A Julia se le escapa un leve sollozo, y parece que las lágrimas luchan por asomar de sus ojos. Se pasa la manga por la cara para secarse el sudor, y de paso borrar todo rastro de desesperación de su mirada. Me llama, y a Juani, una enfermera, para una tarea en la que le tenemos que ayudar. Al doctor que ha venido mientras Fermín se "recupera" ni le he visto. Está corriendo de habitación en habitación, luchando por gente de la que solo sabe lo que ponían expedientes mal redactados. 

Nos ponemos los pocos EPIs que tenemos, y, con todo el miedo del mundo, entro a la habitación de Doroteo, contagiado de Covid. Su aspecto es muy penoso, delgado como un esqueleto cubierto de piel, su pecho sube y baja con demasiado esfuerzo, mientras le acompaña un sonido rítmico de una ahogada respiración que, con excesiva frecuencia, se interrumpe con ataques de tos que le arrancan de la vida por unos instantes. A veces da la sensación que no recobrará el aliento, pero logra conseguirlo, aunque el oxígeno que le proporcionan los tubos en su nariz es, claramente, insuficiente. Parece ser que esta noche han tenido que traerle de vuelta de la mismísima muerte un par de veces. Pero no mejora. Cada vez satura peor.

Mientras le cambio el pañal, oigo a la enfermera que pregunta a Julia que si está segura... Ella responde que sí, que hay que aliviar el sufrimiento de este hombre en la medida de lo posible. Que quizás mañana sí vengan las ambulancias. Aunque éso fuera lo que pensaba ayer. Y anteayer. Y la semana pasada. La enfermera carga una jeringa, y me doy cuenta de lo que ocurre. Le van a sedar. No tenemos UCIs, no tenemos respiradores, no tenemos ayuda exterior, no tenemos nada. Se me pasa por la cabeza todo tipo de divagaciones sobre las demás posibilidades, sobre las otras opciones, sobre cualquier otro camino... Pero no llego a ninguna conclusión. Se me acelera el corazón, siento un nudo en la garganta, pero me esfuerzo porque no se me note. Me invitan a salir de la habitación si quiero. Niego con la cabeza y me siento a los pies de la cama.

Doroteo abre levemente los ojos, y susurra ahogadamente preguntando sobre qué íbamos a hacer. Julia le coge de la mano, y con toda la ternura del mundo, le informa que le van a dar un medicamento para que le duela menos, para que esté mejor, y que le ayude a dormir. La enfermera le pone la inyección.

"Entonces, me voy a morir, ¿no?"

Las tres nos rompemos. Doroteo no alcanza a verlo, y hasta parece que duerme plácidamente. Julia nos abraza.

Apenas pasaron unas horas cuando falleció.

Las ambulancias tampoco vinieron al día siguiente. Ni el de después. Ni siquiera pasada una semana...