jueves, 19 de noviembre de 2020

15/11/2020 Lo que hemos aprendido (II)

 15 de Noviembre de 2020


Cuando trajeron a la nueva directora, Paula, transcurridos los primeros días pensé que era una mera comercial que enviaban para captar nuevos clientes, dada la caída de ingresos que seguro debía estar sufriendo la empresa, y alguien sin ningún tipo de vínculo con la plantilla que evitara cualquier tipo de influencia emocional a la hora de recortar en personal para mantener beneficios. Pero ahora mi opinión es que se trata de un ser incapacitado para su labor, una licenciada en psicología que debió ganar el título en una tómbola abonando la partida con lo que le quedaba de empatía con la humanidad. Desde que llegó incapacitó de la mayor parte de sus labores a su segunda, Carmen, que fue quien realmente se echó a la residencia encima durante la primera ola, evitando una auténtica masacre. Ahora, pasa la mayor parte del tiempo en su despacho, y cuando se le consultan temas delicados, siempre nos remite a dirección. Paula reabrió el Centro de Día, y Carmen sugirió que el personal dedicado a ese espacio fuera siempre el mismo, y evitara contactos con el resto de la plantilla y residentes. Hace una semana esa orden fue revocada, y los auxiliares que acompañan a esos ancianos pudieron haber estado con cualquier otro enfermo el día anterior, o quizás portarán cualquier desagradable pasajero que pudieran haber traído de fuera en sus visitas a las habitaciones mañana.

Otro de los cambios que ha traído, con el objetivo de tener contentas a las familias de los residentes que quedan, es permitir el contacto en las visitas. Sencillamente ha "certificado", con la colaboración del doctor de las mañanas, Fermín (cuyo grado de incompetencia pienso que cruza la línea de la ilegalidad, y más tarde o más temprano le dedicaré unas líneas), que todos aquellos que resultaron positivos durante la primera ola ahora tienen anticuerpos, y por lo tanto, tienen permitidas las visitas fuera de la sala dedicada específicamente a ello, donde se evita el contacto físico o que se traigan objetos de fuera. Ahora pueden volver a traer ropa o comida que no pase las cuarentenas, independientemente que haya otros abuelos que no hayan pasado el mal, o trabajadores que deban manejar esas pertenencias con precauciones extra, dado lo desconocido de su procedencia.

Además, cada vez que alguien se interesa por el centro, les hace el tour. Casi a diario tenemos a gente de fuera paseando casi de la mano con la directora, que les cuenta las excelencias de la residencia. Gente que no conocemos de nada, que no sabemos ni de donde viene, ni dónde ha estado. Por los pasillos, por las salas comunes, por el jardín... En una ocasión le tocaba a ella supervisar las visitas de familiares, quedarse con ellos para cerciorarse que no se introduce nada del exterior y evitar (minimizar) el contacto físico. Pero planificó también una presentación para clientes potenciales, dejando solos a los familiares. Se sorprendieron tanto que preguntaron al personal si ésto era habitual, si debían proseguir con la visita o irse, y que cuánto tiempo debían quedarse, o por donde irse al acabar. Sabían todas las respuestas, y Mar de recepción sabía que lo sabían. Eran habituales. Los auxiliares interrogados seguían con su trabajo ignorándoles con educación. Yo me limité a ladear la cabeza, bajar la mirada, y tras un evidente suspiro, decir que responder a éso es competencia de otra gente, y sonreirles mientras vuelvo a mi labor. Sólo trataban de subrayar lo inaudito de la situación. Prometieron llamar a la directora al día siguiente para pedir explicaciones, y escribir a central para quejarse de su actitud. No sé si lo habrán hecho.

En el Centro de Día tuvimos un positivo hace cinco días. No era el primero, el protocolo se había seguido a rajatabla con anterioridad, por insuficiente que nos pareciera. Y aunque lleváramos poco tiempo con las rotaciones de personal, no había pasado lo suficiente como para que ninguno de los que trabajaron ahí pudieran ser considerados culpables. Nos llamó la familia de una abuela. Ese día no se avisó a nadie, ni se desalojó a los residentes. Ni al siguiente. Aunque por la tarde Paula se dignó a llamar a las familias para que no trajeran a los ancianos: cerrábamos Centro de Día. De nuevo un par de semanas de cuarentena. Pero los auxiliares que habían estado destinados debieron permanecer en sus puestos de trabajo si no presentaban síntomas. Amelia, una de las auxiliares, venía angustiada por si contagiaba a algún residente. Tuvimos una baja por positivo. No fue ella. Pero tampoco sabemos si es asintomática. Paula dice que quien quiera un PCR que lo solicite en su ambulatorio o se lo pague de su bolsillo, pero que los que tiene están destinados a los nuevos clientes: ofrece test gratuitos a los nuevos ingresos, pero ni a trabajadores ni al resto de ancianos; cuando hay dudas, deriva a hospital para que se los realicen allí.

Pero ese positivo no ha sido el único de la última semana. Gloria tiene 92 años, y empezó a tener dificultades respiratorias hace cuatro días. El doctor Fermín al principio se limitó a tomarle la temperatura y recetarle jarabes para niños. Ya el segundo día se dignó a pedir una analítica, que, según sus propias palabras "enviaron los resultados en un tiempo récord, y todo estaba bien". Anteayer comenzó con febrícula, pero sólo se le suministró un antipirético. Y ayer por la tarde, Carla, la doctora de por las tardes, avisó con urgencia que tenía casi 38º y la saturación por debajo del 60%. Cuando se la llevó la ambulancia llamó a la familia, que le pidió explicaciones de por qué estaba bien por la mañana y ahora se encontraba tan mal. Tras intentar dar explicaciones coherentes y despedirse, revisó el historial de Gloria. Fermín, según informe, la había visitado por la mañana, estaba perfecta, sin tos ni fiebre. Todo firmado por él mismo, cuando había dejado dicho que no había podido pasar por ninguna habitación porque estuvo liado yendo al centro médico y a por recetas. Repasó las incidencias del día. Todas las visitas estaban firmadas. Pero ninguna realizada. ¿Cuántas veces más habría pasado ésto?. Mandó un email a dirección con lo ocurrido. Antes de acabar su turno llamaron de hospital. PCR positivo, sedada, intubada y estabilizada.

Llevamos unos quince días con más derivaciones a hospital de lo normal. Y fallecimientos. La versión de Paula, muy hermética en detalles, es que son patologías que han tenido los que padecieron coronavirus en la primera ola, y cuyos sistemas defensivos están muy debilitados. Pero muchos sabemos que no todos los que han recogido los sanitarios fueron positivos COVID. Se hicieron muchas pruebas a todo el mundo con la anterior directora, Julia. Y tests de antígenos. Teníamos localizados a los que no lo habían pasado, porque eran una abrumadora minoría. Y algunos de ellos han viajado a centro hospitalario por problemas derivados de haber enfermado durante la pandemia. Y alguno no ha vuelto. Cuando se le comunica el positivo de ayer de Gloria, y escucha la versión de la doctora Carla sobre la actuación del otro galeno, se limita a encogerse de hombros. "Los síntomas habrán dado la cara cuando él ya la había visitado". "¿Visitado?¿Cuándo?". El tono de voz hace que la gente se gire hacia ellas. Paula se limita a decir que, dado que la anciana está localizada y controlada, seguimos siendo un centro libre de COVID. Estamos limpios, como sigue vendiéndole al mundo.


domingo, 8 de noviembre de 2020

05/11/2020 Lo que hemos aprendido

 5 de Noviembre de 2020


De la noche a la mañana, sin explicación alguna, todo el personal "superior" trabaja con pantalla protectora y mascarillas FP2. Cuando vi al fisio con toda esos EPIs, por inercia, divagué sobre si iría por fin a ayudar a algún contagiado (yo pensaba que todavía quedaban unos pocos, aunque asintómaticos y aislados). Desde que todo ésto comenzó, solo se le ha visto el pelo por obligación. Siempre perdido de despacho en despacho, o "haciendo una cosa", volvió a su cometido hará un mes y solo con residentes limpios... Pero después he visto que también iban con similares EPIs una psicóloga, la de personal (?), y, lo que más me ha sorprendido, la directora, Paula. Dice que son los nuevos protocolos enviados por central. Pero a ninguna de las enfermeras ni auxiliares les han comentado nada, ni les han ofrecido más que el par de mascarillas quirúrgicas que les corresponden (y que ya fue un logro conseguir, tras pasar las primeras semanas con una a la semana, y batallar lo indecible para alcanzar que nos dieran una al día). Nadie de recepción, ni limpieza, ni lavandería. Ninguna persona de las que están más en contacto con los abuelos o las prendas u objetos que porten o hayan tocado. Tan sólo a los que, ocasionalmente, tratan con ellos. Puedo entenderlo del doctor. ¿Pero de la trabajadora social?... Si ya apenas hace una visita al día... Según dirección, no hay que preocuparse porque estamos limpios.

Doris es una buena auxiliar. No de las más implicadas, pero cumple su trabajo con corrección. Hará mes y medio vino a hablar con su supervisora porque su hija, con 9 años, es posible caso de COVID. Empezó con síntomas de los que mosquean, falta de olfato y gusto, diarrea, tos... Dejó de llevarla al colegio, y en el centro de salud le acababan de hacer una PCR, pero entonces los resultados tardaban en llegar como una semana. Su miedo era que ella pudiera estar contagiada, y transmitírselo a los ancianos. Tras consultarlo con dirección, la supervisora le dice que si no hay positivo en el entorno familiar, no hay baja, pero "que tome más precauciones de las habituales". Al final la niña dio positivo, y aunque su marido y ella fueron asintomáticos y bastó con la pertinente cuarentena, lo primero que preguntó Doris al reincorporarse tras la baja fue por algunos residentes de los que requerían más contacto físico por la falta de movilidad, y que si había algún caso más en el centro. La respuesta oficial es que no se preocupara, que estábamos limpios.

Las condiciones laborales son más que precarias. Aparte de los vergonzosos sueldos, como hemos perdido bastantes residentes (entre los fallecidos durante la primera ola, los que se llevaron los familiares a sus domicilios, y que apenas hay ingresos nuevos) hay que recortar gastos. Ésto es una empresa, y me da igual lo que digan, les importa más el dinero que las personas, como toda buena multinacional. Han despedido auxiliares y enfermeras, aparte de no cubrir casi ninguna baja. El personal está asfixiado. Los fines de semana nos quedamos en cuadro, y la mayor parte de las veces sin nadie al otro lado del teléfono, hasta que no les apetece, si ocurre algo. El ratio que debería correspondernos es un auxiliar por cada 8 ancianos, pero, aparte que somos menos en plantilla, como siempre hay alguien enfermo o en cuarentena, rara vez bajamos de 11 o 12. Y luego están las noches. Han reducido a tres auxiliares para todo el centro. Para más de 150 residentes. No encuentran enfermera, todas recaen en hospitales u otros centros privados o públicos con mejores condiciones. El doctor lleva realizando sus funciones casi un mes. Total, cuatro personas. Como para que pase algo.

A primeros de septiembre reabrió el Centro de Día. Sólo vinieron, con asiduidad, cinco personas, de los casi 50 que acudían antes. Y las actividades consisten en recluirles en un salón común donde les sientan a ver la televisión, les ofrecen fichas de terapia, algún juego de mesa, diarios... pero sin ningún terapeuta que les atienda por norma de la Comunidad, y con una auxiliar acompañándoles, que siempre es la misma para no romper esa burbuja. No hay paseos, ni bailes. No hay contacto más que entre ellos. y entre cuatro paredes. En un par de semanas, una de las familias de uno de ellos se contagió por otros medios, nos lo comunicaron, y obviamente, el anciano dejó de venir. Ninguno de los demás, ni sus seres queridos, fue informado. En unos días nos confirmaron el positivo, también, de ese abuelo. Centro de Día cerró, y entonces sí se comunicó que "pudiera haber riesgo de contagio". Unos veinte días de cuarentena, y reabrimos. Nada que temer. Estábamos limpios.

Hay un nuevo doctor de fines de semana, un chavalito joven y muy agradable, que se ha encontrado con el mismo problema que la práctica totalidad de sus antecesores. Les dicen donde está la residencia, su horario, y cuándo tienen que venir. No saben ni donde está su consulta, ni que material tienen, ni las patologías de los residentes. Nadie les hace una visita guiada. El primer día se lo tiran casi por completo revisando historiales. Nos hemos quedado de piedra cuando ha preguntado por un grupo de ancianos, situados en el mismo ala, y nos ha pedido los EPIs para visitar a los positivos. Es un tema tabú, hay hermetismo absoluto. Entre marzo y junio todos sabíamos quienes lo tenían o no, nos informábamos y nos cuidábamos. Ahora los que somos prudentes tenemos cuidado siempre y con todo el mundo, ya que lo único que, oficialmente, repiten por todos lados es que estamos limpios.

A finales de Octubre hicieron un estudio serológico a plantilla y residentes. Parece ser que no llegamos al 50% de gente con inmunidad. No estoy muy puesta en este tipo de baremos, pero tengo entendido que, para poder relajar medidas, para considerar que tenemos inmunidad de rebaño, el porcentaje debiera estar en torno al 70%. La directora nos ha comunicado que nuestra situación es "muy buena", que no dejemos de hacerlo así de bien, y, sobre todo, que no nos preocupemos, puesto que no hay casos, no tenemos nada que temer, estamos limpios. Al día siguiente, el personal "superior" empezó a venir con pantallas y FP2. Y a todos, sin excepción, nos han entregado unos "panfletos" con información sobre el virus, vías de contagio, medidas protectoras, etc... Ahora nos lo han entregado. A primeros de noviembre. Y nos han hecho firmar como que lo hemos recibido y estamos enterados de todo.

Éso es lo que hemos aprendido con todo lo que hemos pasado. A ocultar. A mostrar al mundo que no pasa nada. Aunque pase.

No hemos aprendido nada.