domingo, 8 de noviembre de 2020

05/11/2020 Lo que hemos aprendido

 5 de Noviembre de 2020


De la noche a la mañana, sin explicación alguna, todo el personal "superior" trabaja con pantalla protectora y mascarillas FP2. Cuando vi al fisio con toda esos EPIs, por inercia, divagué sobre si iría por fin a ayudar a algún contagiado (yo pensaba que todavía quedaban unos pocos, aunque asintómaticos y aislados). Desde que todo ésto comenzó, solo se le ha visto el pelo por obligación. Siempre perdido de despacho en despacho, o "haciendo una cosa", volvió a su cometido hará un mes y solo con residentes limpios... Pero después he visto que también iban con similares EPIs una psicóloga, la de personal (?), y, lo que más me ha sorprendido, la directora, Paula. Dice que son los nuevos protocolos enviados por central. Pero a ninguna de las enfermeras ni auxiliares les han comentado nada, ni les han ofrecido más que el par de mascarillas quirúrgicas que les corresponden (y que ya fue un logro conseguir, tras pasar las primeras semanas con una a la semana, y batallar lo indecible para alcanzar que nos dieran una al día). Nadie de recepción, ni limpieza, ni lavandería. Ninguna persona de las que están más en contacto con los abuelos o las prendas u objetos que porten o hayan tocado. Tan sólo a los que, ocasionalmente, tratan con ellos. Puedo entenderlo del doctor. ¿Pero de la trabajadora social?... Si ya apenas hace una visita al día... Según dirección, no hay que preocuparse porque estamos limpios.

Doris es una buena auxiliar. No de las más implicadas, pero cumple su trabajo con corrección. Hará mes y medio vino a hablar con su supervisora porque su hija, con 9 años, es posible caso de COVID. Empezó con síntomas de los que mosquean, falta de olfato y gusto, diarrea, tos... Dejó de llevarla al colegio, y en el centro de salud le acababan de hacer una PCR, pero entonces los resultados tardaban en llegar como una semana. Su miedo era que ella pudiera estar contagiada, y transmitírselo a los ancianos. Tras consultarlo con dirección, la supervisora le dice que si no hay positivo en el entorno familiar, no hay baja, pero "que tome más precauciones de las habituales". Al final la niña dio positivo, y aunque su marido y ella fueron asintomáticos y bastó con la pertinente cuarentena, lo primero que preguntó Doris al reincorporarse tras la baja fue por algunos residentes de los que requerían más contacto físico por la falta de movilidad, y que si había algún caso más en el centro. La respuesta oficial es que no se preocupara, que estábamos limpios.

Las condiciones laborales son más que precarias. Aparte de los vergonzosos sueldos, como hemos perdido bastantes residentes (entre los fallecidos durante la primera ola, los que se llevaron los familiares a sus domicilios, y que apenas hay ingresos nuevos) hay que recortar gastos. Ésto es una empresa, y me da igual lo que digan, les importa más el dinero que las personas, como toda buena multinacional. Han despedido auxiliares y enfermeras, aparte de no cubrir casi ninguna baja. El personal está asfixiado. Los fines de semana nos quedamos en cuadro, y la mayor parte de las veces sin nadie al otro lado del teléfono, hasta que no les apetece, si ocurre algo. El ratio que debería correspondernos es un auxiliar por cada 8 ancianos, pero, aparte que somos menos en plantilla, como siempre hay alguien enfermo o en cuarentena, rara vez bajamos de 11 o 12. Y luego están las noches. Han reducido a tres auxiliares para todo el centro. Para más de 150 residentes. No encuentran enfermera, todas recaen en hospitales u otros centros privados o públicos con mejores condiciones. El doctor lleva realizando sus funciones casi un mes. Total, cuatro personas. Como para que pase algo.

A primeros de septiembre reabrió el Centro de Día. Sólo vinieron, con asiduidad, cinco personas, de los casi 50 que acudían antes. Y las actividades consisten en recluirles en un salón común donde les sientan a ver la televisión, les ofrecen fichas de terapia, algún juego de mesa, diarios... pero sin ningún terapeuta que les atienda por norma de la Comunidad, y con una auxiliar acompañándoles, que siempre es la misma para no romper esa burbuja. No hay paseos, ni bailes. No hay contacto más que entre ellos. y entre cuatro paredes. En un par de semanas, una de las familias de uno de ellos se contagió por otros medios, nos lo comunicaron, y obviamente, el anciano dejó de venir. Ninguno de los demás, ni sus seres queridos, fue informado. En unos días nos confirmaron el positivo, también, de ese abuelo. Centro de Día cerró, y entonces sí se comunicó que "pudiera haber riesgo de contagio". Unos veinte días de cuarentena, y reabrimos. Nada que temer. Estábamos limpios.

Hay un nuevo doctor de fines de semana, un chavalito joven y muy agradable, que se ha encontrado con el mismo problema que la práctica totalidad de sus antecesores. Les dicen donde está la residencia, su horario, y cuándo tienen que venir. No saben ni donde está su consulta, ni que material tienen, ni las patologías de los residentes. Nadie les hace una visita guiada. El primer día se lo tiran casi por completo revisando historiales. Nos hemos quedado de piedra cuando ha preguntado por un grupo de ancianos, situados en el mismo ala, y nos ha pedido los EPIs para visitar a los positivos. Es un tema tabú, hay hermetismo absoluto. Entre marzo y junio todos sabíamos quienes lo tenían o no, nos informábamos y nos cuidábamos. Ahora los que somos prudentes tenemos cuidado siempre y con todo el mundo, ya que lo único que, oficialmente, repiten por todos lados es que estamos limpios.

A finales de Octubre hicieron un estudio serológico a plantilla y residentes. Parece ser que no llegamos al 50% de gente con inmunidad. No estoy muy puesta en este tipo de baremos, pero tengo entendido que, para poder relajar medidas, para considerar que tenemos inmunidad de rebaño, el porcentaje debiera estar en torno al 70%. La directora nos ha comunicado que nuestra situación es "muy buena", que no dejemos de hacerlo así de bien, y, sobre todo, que no nos preocupemos, puesto que no hay casos, no tenemos nada que temer, estamos limpios. Al día siguiente, el personal "superior" empezó a venir con pantallas y FP2. Y a todos, sin excepción, nos han entregado unos "panfletos" con información sobre el virus, vías de contagio, medidas protectoras, etc... Ahora nos lo han entregado. A primeros de noviembre. Y nos han hecho firmar como que lo hemos recibido y estamos enterados de todo.

Éso es lo que hemos aprendido con todo lo que hemos pasado. A ocultar. A mostrar al mundo que no pasa nada. Aunque pase.

No hemos aprendido nada.

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